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El paseo de Candelaria

Por Leonor Regalado Salazar

León, Guanajuato, México

Nuestra amiga Candelaria ha decidido pasear. 

Toda la gente le huye, nadie se la quiere topar. 

 

Esta noche no es como todas, algo la hace especial,

son las fechas de un festejo, que ella sabe dominar.

 

¿ A dónde irá la Catrina, qué destino buscará ?

La Madre Patria ha escogido, para ir a visitar.

 

Por las calles de Madrid, se pasea tranquilamente,

admirando su majestuosa belleza

y sorprendiendo a la gente.

 

Todos le sacan la vuelta,

otros se espantan al verla,

ella timida sonrie,

sin tomarlos mucho en cuenta.

 

Ha caido ya la noche

y ella nota algo distinto,

momias, piratas, diablos y duendes,

monjes y brujas en un solo sitio.

 

¿ Qué es lo que pasa?

Se pregunta Candelaria

¿ Qué hace esta gente fuera de casa?

 

Es una noche de celebración,

le dice una tierna voz. 

 

¿Quién habla?

Pregunta la Catrina.

 

¡Aquí abajo!

Mi nombre es Lucía.

 

Una linda sonrisa conquista a nuestra viajera amiga.

 

Es noche de Halloween, 

le explica la hermosa brujita,

salimos a la calle gritando

¡Dulce o travesura ! 

 

La Catrina Candelaria observa a la pequeña brujita,

con su calabaza repleta de golosinas,

ella no huye, no siente temor ,

todo lo contrario, gustosa le regala un paletón.

 

Le cuenta Candelaria

que hay un lugar

donde la gente,

el día de muertos, 

prepara un altar.

 

Flores, velas y papeles de colores,

comida y bebidas

y lo que al difunto le gustaba 

 

Así cada año

honran a la gente

que en el mundo ya no está.

 

Sus difuntos, esa noche, los visitan

es toda una festividad,

hay pan de muerto, fotos y adornos,

para que los invitados lleguen a disfrutar.

 

Lucía emocionada

escucha a la Catrina Candelaria,

fascinada imagina aquel lugar. 

 

Y, en ese momento,

hace una promesa,

que cuando sea grande,

México visitará.

La Estrella de Halloween

Por Carlos Alvarez

Alicante, España

Lucía no podía dejar de mirarse en el espejo, sin lugar a dudas aquel disfraz de brujita le encantaba y,  aunque su primera elección había sido el de princesa, su madre y su hermano Daniel la habían convencido de que, éste, era el apropiado para ir a recorrer las casas del barrio en busca de golosinas, en esa noche de Halloween.
 
La cestita de calabaza que su padre le había comprado para guardar la recaudación de los dulces, aunque le parecía algo pequeña para el botín con el que pensaba hacerse, le resultaba cómoda de llevar y muy bonita, así que después de un último vistazo en el espejo, corrió a reunirse con su hermano y los otros niños que se disponían a salir en busca del Truco o Trato, enfundados en tenebrosos disfraces de monstruos y de macabros seres extraños.
 
Este era su primer Halloween, y el nerviosismo y la ilusión que invadían su pequeño cuerpecito, hacían que no quisiera perderse ni el más mínimo detalle de aquella noche.
 
En la mayoría de las casas que iban visitando, y que estaban iluminadas y decoradas con calabazas en sus jardines, los vecinos fueron muy amables y generosos, hasta tal punto que su cestita ya estaba casi llena de galletas, chocolates y caramelos, así que decidió hacer un recuento de su dulce tesoro, y se sentó en el escalón de un pórtico, sin percatarse de que el resto de la infantil comitiva seguía su recorrido.
 
Cuando tuvo ya, todo ordenado a su gusto dentro de la cesta, se dispuso a continuar, pero…
 
¿Dónde estaban los demás?,… ¿Dónde se habían ido?...
 
Miró hacia un lado y otro y no vió ningún rastro de ellos. No tenía miedo, conocía muy bien su barrio, pero ya había anochecido y era la primera vez que estaba sola en la calle a esas horas, seguro que su madre la regañaría severamente, así que corrió hasta la esquina para intentar alcanzar a su hermano y al resto de los niños, pero tampoco había por allí, rastro de ellos.
 
Comenzaron, entonces, a asomar, en sus grandes ojos azules, dos pequeñas lagrimitas, cuando de repente, de detrás de un frondoso árbol, apareció aquella elegante señora, altísima y delgada, arropada con un hermoso vestido azul muy ceñido y con un precioso sombrero sobre su cabeza.
 
Sus huesudas manos y su esquelético rostro no la impresionaron, era la noche de Halloween y todo el mundo llevaba disfraces de todo tipo, además, aquella señora de gestos tan suaves y dulces, lejos de asustarla, le inspiraba, por alguna extraña razón, plena confianza.
 
¿Te has perdido? preguntó la extraña mujer, y sin esperar respuesta continuó, ¿Cómo te llamas?
 
Soy Lucía, y no encuentro a mi hermano y sus amigos. Yo iba con ellos, pero ahora han desaparecido…
 
¿tu quien eres?, preguntó la niña.
 
Soy Candelaria y no tengas miedo Lucía, que si me dices donde vives, te llevaré hasta tu casa, pequeña.
 
Candelaria, cogió de la mano a Lucía, y mientras caminaban en dirección de la casa de la niña, le contó esta historia…
 
Todos los seres vivos, antes de nacer, somos una pequeña lucecita…
 
¿Cómo las luciérnagas? interrumpió Lucía.
 
Si, como las luciérnagas, respondió Candelaria… y continuó su relato.
 
Cuando nacemos, esa lucecita se acurruca para vivir en nuestro corazón, y desde allí va con nosotros a lo largo de toda nuestra vida.
 
Cuando nos morimos, esa lucecita, vuela alto, alto, hasta el cielo, y se convierte en una estrellita.
 
Las noches de Halloween, como hoy, las lucecitas que están en los corazones de los seres vivos, le hacen una fiesta a las lucecitas que se han convertido en estrellitas, por eso se les encienden velas y se les ponen flores.
 
Lucía se quedó muy pensativa, y luego, tras unos momentos de silencio, llegando ya a la esquina de su casa, preguntó a Candelaria…
 
¿Cuál es entonces la estrellita de mi abuelita?, ella se fue al cielo antes de que yo naciera y no la conocí…
 
Candelaria, con su huesuda mano, le señaló una hermosa estrella que titilaba, muy brillante, en el cielo, y ya llegando ante la puerta de la casa de la niña, le dijo:
 
Ella es quien me ha enviado a guiarte hasta tu casa.
 
Lucía clavó su mirada en aquella lejana estrella que la saludaba con  parpadeantes guiños, y una dulce sonrisa se dibujó en su carita, cuando de repente, la voz de su hermano, llamándola desde la otra esquina, la hizo desviar su atención.
 
Ese es Daniel, dijo en dirección de Candelaria, pero la extraña mujer ya no estaba.
 
 Así como había aparecido, así se había esfumado en la oscuridad de aquella Noche de Halloween.

El Alma de Danny

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